Hasta la corneta
Llego a mi casa y tomo once. Trato de leer el mercurio pero comienzan las noticias en la tele. Al mismo tiempo trato de poner atención a la conversación familiar porque nos vino a ver una tía. Luego comprendo que es imposible avanzar más en mi lectura sobre el ahorro previsional voluntario y voy en busca del notebook por si hay alguna novedad.
El mail colapsado, cientos de mensajes y varios pedidos que implican tiempo y desgaste. Estoy cansado y derrotado. Mañana cumplo una semana en el banco y aún no tengo ningún cliente. Va mal la cosa. Va bien también.
Entro a messenger y nadie me habla. Ahora se conecta un cliente al que le debo un trabajo que ni aunque quisiera podría hacer altiro. Me salgo, leo algunos blogs y todo me da vueltas y vueltas. Quiero dormir, quiero descansar, quiero salir de todas estas cosas que tengo pendientes y que me aquejan.
La presión es enorme. La culpa es mía. Todo esto me enseña una cosa, hay que ser proactivo y solucionar los temas inmediatamente. Las cosas caen por su propio peso y se te devuelven tarde o temprano.
Miro mi blog y comprendo que si lo dejo botado nunca más lo retomaré. Siento que eso va en contra de lo que pensé alguna vez cuando me embarqué en estas cosas y me lanzo a escribir.
Y aquí estoy... tranquilo, casi indiferente. Optimista por obligación.
Saludos.
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Un abrazo.-