El día de los enamorados
Este 14 de febrero fue bastante especial.
Para variar no me quería levantar, pensaba en mil cosas durante la mañana y al final todo salió distinto a lo que esperaba.
No recibí ni siquiera una llamada perdida en mi celular, el bombero del servicentro me rechazó la tarjeta de crédito al momento de pagar la bencina, el infrarojo del servipag no funcionó y me rechazaron el pago de otro servicio, y en la caja del líder bío bío no tenían idea qué era un tag, y mucho menos qué era una cuenta de Vespucio Sur. Así que tampoco pude pagar.
Cuando todo iba mal, la cosa empeoró al no encontrar la máquina para depositar los envases vacíos de bebida, y finalmente descubrí que todo el dinero que me quedaba en la cuenta corriente asciende a $3.000.- pesos, y aún tenía que sobrevivir hasta fines de marzo.
Definitivamente estaba en problemas y ni siquiera tenía Internet para revisar si mi tarjeta tenía algún problema más serio, así que invité a la Pame (mi casi hermana chica) al Mall y fuimos a dar una vuelta. Pagué algunas cuentas con lo que me quedaba en el bolsillo, le compré un regalo de cumpleaños a mi mamá con la tarjeta de crédito y comprobé que estaba con cero problemas y totalmente operativa. (Así me podré mover unos días con el plástico.)
El destino nos llevó hacia el patio de comidas y nos tentamos con unas copas de helados. Era divertido ver como todos los enamorados estaban en lo mismo, mientras nosotros mirábamos al techo recordando nuestra soltería. Pero lo pasamos bien, y creo que hasta celebramos el día de forma inesperada.
Me anduve probando alguna ropa con la asesoría femenina pero finalmente no me decidí por nada. Igual entrete tener una segunda opinión. Se nos pasó la hora volando mientras buscábamos un regalo para mi madre, y cuando volvimos a la casa ya habían cantado el cumpleaños feliz. Mi mamá me quería matar pero cuando vio mi regalo se le pasó el enojo. Valió la pena la demora.
Terminando el día logré ganar la batalla entre mi nueva antena bluetooth y mi notebook, por lo que pasadas las 2 AM logré volver a tener Internet. Sólo a mi se me puede quedar la antena en Santiago, cuando era lo que tenía más presente.
Ahora veo los días con nostalgia. Me gusta Conce, me agrada ver a mis tías, primos y a mi abuelita. Siento que los echaré de menos, y más encima soy el que se tiene que volver primero para Santiago, ya que todos los demás se quedarán una semana adicional. Desde ahora cada vez que veo a mis parientes, pienso que es la última vez y no los volveré a ver hasta el próximo verano. Me da algo de pena pensar eso y encuentro medio fome tener que vivir tan lejos de todos.
Hoy también fui al cementerio a recordar a mi abuelito. Aquel que me dió mi primer trabajo, y mi primer sueldo cuando tenía alrededor de 10 años y me pagaba $100 pesos por recoger un par de sacos de tilo a las 8 de la mañana bajo su supervisión. El dinero me alcanzaba para un par de helados de agua, pero la experiencia de ganar mis propios pesos era enriquecedora.
Ahora estoy en mi computador, a las 3 y media de la mañana, viendo ESPN y conectado a Internet en la casa del que fuera uno de mis ídolos junto a los que son mis padres. Parece un sueño, tantos años viviendo los veranos en Concepción, y por fin siento que no me falta nada que me haga extrañar mi casa. Ni siquiera una vanalidad tan insignificante como tener messenger.
Es que salir de messenger para ir a mirar qué está haciendo mi abuelita, es casi un sueño... uno que quizás nunca más se repita. Me quedan dos días... después de eso, al campo y el lunes a la vida de todo el año. Quizás nunca más la vea... quizás pronto pueda regresar. Y la vida sigue... con o sin nosotros.
Ojalá que el próximo 14, no se me olvide que existe vida más allá del amor...
Para variar no me quería levantar, pensaba en mil cosas durante la mañana y al final todo salió distinto a lo que esperaba.
No recibí ni siquiera una llamada perdida en mi celular, el bombero del servicentro me rechazó la tarjeta de crédito al momento de pagar la bencina, el infrarojo del servipag no funcionó y me rechazaron el pago de otro servicio, y en la caja del líder bío bío no tenían idea qué era un tag, y mucho menos qué era una cuenta de Vespucio Sur. Así que tampoco pude pagar.
Cuando todo iba mal, la cosa empeoró al no encontrar la máquina para depositar los envases vacíos de bebida, y finalmente descubrí que todo el dinero que me quedaba en la cuenta corriente asciende a $3.000.- pesos, y aún tenía que sobrevivir hasta fines de marzo.
Definitivamente estaba en problemas y ni siquiera tenía Internet para revisar si mi tarjeta tenía algún problema más serio, así que invité a la Pame (mi casi hermana chica) al Mall y fuimos a dar una vuelta. Pagué algunas cuentas con lo que me quedaba en el bolsillo, le compré un regalo de cumpleaños a mi mamá con la tarjeta de crédito y comprobé que estaba con cero problemas y totalmente operativa. (Así me podré mover unos días con el plástico.)
El destino nos llevó hacia el patio de comidas y nos tentamos con unas copas de helados. Era divertido ver como todos los enamorados estaban en lo mismo, mientras nosotros mirábamos al techo recordando nuestra soltería. Pero lo pasamos bien, y creo que hasta celebramos el día de forma inesperada.
Me anduve probando alguna ropa con la asesoría femenina pero finalmente no me decidí por nada. Igual entrete tener una segunda opinión. Se nos pasó la hora volando mientras buscábamos un regalo para mi madre, y cuando volvimos a la casa ya habían cantado el cumpleaños feliz. Mi mamá me quería matar pero cuando vio mi regalo se le pasó el enojo. Valió la pena la demora.
Terminando el día logré ganar la batalla entre mi nueva antena bluetooth y mi notebook, por lo que pasadas las 2 AM logré volver a tener Internet. Sólo a mi se me puede quedar la antena en Santiago, cuando era lo que tenía más presente.
Ahora veo los días con nostalgia. Me gusta Conce, me agrada ver a mis tías, primos y a mi abuelita. Siento que los echaré de menos, y más encima soy el que se tiene que volver primero para Santiago, ya que todos los demás se quedarán una semana adicional. Desde ahora cada vez que veo a mis parientes, pienso que es la última vez y no los volveré a ver hasta el próximo verano. Me da algo de pena pensar eso y encuentro medio fome tener que vivir tan lejos de todos.
Hoy también fui al cementerio a recordar a mi abuelito. Aquel que me dió mi primer trabajo, y mi primer sueldo cuando tenía alrededor de 10 años y me pagaba $100 pesos por recoger un par de sacos de tilo a las 8 de la mañana bajo su supervisión. El dinero me alcanzaba para un par de helados de agua, pero la experiencia de ganar mis propios pesos era enriquecedora.
Ahora estoy en mi computador, a las 3 y media de la mañana, viendo ESPN y conectado a Internet en la casa del que fuera uno de mis ídolos junto a los que son mis padres. Parece un sueño, tantos años viviendo los veranos en Concepción, y por fin siento que no me falta nada que me haga extrañar mi casa. Ni siquiera una vanalidad tan insignificante como tener messenger.
Es que salir de messenger para ir a mirar qué está haciendo mi abuelita, es casi un sueño... uno que quizás nunca más se repita. Me quedan dos días... después de eso, al campo y el lunes a la vida de todo el año. Quizás nunca más la vea... quizás pronto pueda regresar. Y la vida sigue... con o sin nosotros.
Ojalá que el próximo 14, no se me olvide que existe vida más allá del amor...
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